domingo, 18 de noviembre de 2012
Cronicas de la Tierra 1 S.Z pag 61
Del mismo modo en que los códigos legales y los archivos judiciales son los certificados humanos de la
presencia real entre las antiguas gentes de Mesopotamia de una deidad llamada Utu/Shamash, existen
también innumerables inscripciones, textos, ensalmos, oráculos, oraciones y representaciones que atestiguan
la existencia y la presencia física de la diosa Inanna, cuyo nombre acadio era Ishtar. Un rey de Mesopotamia
del siglo xiii a.C. decía haber reconstruido su templo en la ciudad de su hermano, Sippar, sobre unos cimientos
que, en aquel momento, tenían ochocientos años de antigüedad. Pero en su ciudad central, Uruk, los relatos
sobre ella se remontaban a los tiempos de antaño.
Conocida por los romanos como Venus, por los griegos como Afrodita, Astarté para los cananeos y los
hebreos, Ishtar o Eshdar para los asirios, babilonios, hititas y otros pueblos de la antigüedad, Inanna ,Innin o
Ninni para los acadios y los sumerios, o por otros de sus muchos apodos o epítetos, ella fue, en todas las
épocas, la Diosa de la Guerra y la Diosa del Amor, una mujer feroz y hermosa que, aun siendo nada más que
la bisnieta de Anu, se ganó por sí misma y para sí misma un lugar importante entre los Grandes Dioses del
Cielo y de la Tierra.
Como una diosa joven que era, al menos en apariencia, tenía asignado un dominio en una tierra lejana al
este de Sumer, la Tierra de Aratta. Fue allí donde «la noble, Inanna, reina de todo el país», tuvo su «casa».
Pero Inanna tenía ambiciones mayores. En la ciudad de Uruk se erguía el gran templo de Anu, ocupado por
éste sólo durante sus ocasionales visitas de estado a la Tierra; e Inanna puso sus ojos en esta sede del poder.
Las listas de reyes sumerios dicen que el primer soberano no divino de Uruk fue Meshkiaggasher, hijo del
dios Ütu a través de una madre humana. A él le sucedió su hijo Énrnerkar, un gran rey sumerio Inanna, por
tanto, era la tía abuela de Enmerkar; y no tuvo demasiadas dificultades para persuadir a su sobrino nieto de
que ella debía ser en verdad la diosa de Uruk, más que de la remota Aratta.
Un largo y fascinante texto llamado «Enmerkar y el Señor de Aratta» dice que Enmerkar envió emisarios a
Aratta, utilizando todos los argumentos posibles en una «guerra de nervios», para obligar a Aratta a someterse,
porque «el señor Enmerkar, que es el servidor de Inanna, la hizo reina de la Casa de Anu». El poco claro final
del relato épico insinúa un final feliz: aunque Inanna se mudó a Uruk, «no abandonó su Casa en Aratta». Que
terminara convirtiéndose en una «diosa itinerante» tampoco sería improbable, pues Inanna/Ishtar se la conoce
en otros textos por ser una arriesgada viajera.
La ocupación del templo de Anu en Uruk no podría haber tenido lugar sin el conocimiento y el consentimiento
de éste; y los textos nos dan unas marcadas pistas sobre cómo se obtuvo ese consentimiento. Inanna no tardó
en ser conocida como «Anunitum», un apodo que significa «amada de Anu». A ella se refieren en los textos
como «la sagrada amante de Anu»; y de todo esto se desprende que Inanna no sólo compartió el templo de
Anu, sino también su cama -cada vez que venía a Uruk, o en las ocasiones en que ella subía a su Morada
Celestial.
Después de maniobrar hasta conseguir la posición de diosa de Uruk y señora del templo de Anu, Ishtar
recurrió al fraude para potenciar la posición de Uruk, así como sus propios poderes. Lejos, Eufrates abajo,
estaba la antigua ciudad de Eridú -el centro de Enki. Siendo conocedora de los grandes conocimientos del dios
en todo tipo de artes y ciencias de la civilización, Inanna tomó la decisión de rogar, pedir prestados o robar
estos secretos. Intentando utilizar, obviamente, sus «encantos personales», Inanna se las ingenió para visitar a
su tío abuelo, Enki, a solas. Este hecho no le pasó desapercibido a Enki, que instruyó a su maestresala para
que preparara cena para dos.
Ven Isimud, mi maestresala, escucha mis instrucciones;
te he de decir algo, ten en cuenta mis palabras:
La doncella, completamente sola, ha dirigido sus pasos hacia el Abzu...
Que la doncella entre en el Abzu de Eridú,
dale de comer pasteles de cebada con mantequilla,
escánciale agua fría que refresque su corazón,
dale de beber cerveza...
Feliz y bebido, Enki estaba preparado para hacer cualquier cosa que le pidiese Inanna, y ésta, audazmente,
le pidió las fórmulas divinas, que eran la base de una elevada civilización. Enki le dio alrededor de un centenar
de ellas, entre las que estaban las fórmulas divinas pertenecientes al señorío supremo, la Realeza, las
funciones sacerdotales, las armas, los procedimientos legales, la escribanía, el trabajo de la madera e, incluso,
el conocimiento de los instrumentos musicales y de la prostitución del templo. Para cuando Enki despertó y se
dio cuenta de lo que había hecho, Inanna ya estaba volviendo a Uruk. Enki ordenó perseguirla con sus
«terribles armas», pero fue en vano, pues Inanna se había ido a toda velocidad en su «Barco del Cielo».
Con bastante frecuencia, se representa a Ishtar como a una diosa desnuda; haciendo gala de su belleza, hay
veces en que incluso se la representaba levantándose las faldas para mostrar las partes bajas de su anatomía.
Gilgamesh, soberano de Uruk alrededor del 2900 a.C, en parte humano y en parte divino, por ser hijo de
hombre y diosa, también fue objeto de la seducción de Inanna, aun cuando, por aquel entonces, ella ya tenía
un esposo oficial. Habiéndose lavado después de una batalla y habiéndose puesto «un manto con flecos,
sujeto con una faja»,
La gloriosa Ishtar posó sus ojos en su belleza.
«¡Ven, Gilgamesh, sé tu mi amante!
Ven, dame tu fruto.
Tú serás mi macho, yo seré tu hembra.»
Pero Gilgamesh sabía con quién estaba tratando. «¿A cuál de tus amantes amaste para siempre?», le
preguntó. «¿Cuál de tus acompañantes te complació en todo momento?» Y, recitando una larga lista de sus
amoríos, Gilgamesh se negó a complacerla
Con el transcurso del tiempo, a medida que asumía rangos más elevados en el panteón, y con la
responsabilidad de los asuntos de estado, Inanna/Ishtar comenzó a mostrar más cualidades marciales, y a
menudo se la representó como una Diosa de la Guerra, armada hasta los dientes.
Las inscripciones dejadas por los reyes asirios relatan cómo iban a la guerra por ella y bajo sus órdenes,
cómo les aconsejaba directamente cuándo esperar y cuándo atacar, cómo, en ocasiones, marchaba a la
cabeza de los ejércitos, y cómo, en al menos una ocasión, concedió una teofanía y se apareció ante todas las
tropas. A cambio de su lealtad, ella les prometía a los reyes larga vida y éxito. «Desde una Cámara Dorada en
los cielos te vigilaré», les aseguraba.
¿Acaso se convirtió en una amargada guerrera debido a que, también ella, pasó por malos momentos con el
ascenso de Marduk a la supremacía? Nabunaid dice en una de sus inscripciones: «Inanna de Uruk, la exaltada
princesa que moraba en una nao dorada, que montaba sobre un carro de batalla del cual tiraban siete leones -
los habitantes de Uruk cambiaron su culto durante el gobierno del rey Erba-Marduk, quitaron su nao y soltaron
su tiro». Inanna, según informaba Nabunaid, «tuvo que dejar, enfurecida, el E-Anna, y permaneció desde
entonces en un lugar indecoroso» (que no nombra).
Buscando, quizás, combinar el amor con el poder, la muy cortejada Inanna eligió a su marido, DU.MU.ZI, un
hijo menor de Enki. Muchos textos antiguos tratan de los amores y las peleas de ambos. Algunos de ellos son
canciones de amor de gran belleza y vivida sexualidad. Otros nos cuentan cómo Ishtar, a la vuelta de uno de
sus viajes, se encontró a Dumuzi divirtiéndose en su ausencia. Ella se las compuso para capturarlo y hacerlo
desaparecer en el Mundo Inferior -un dominio gobernado por su hermana RESH.KLGAL y su consorte
NER.GAL. Algunos de los textos súmenos y acadios más famosos tratan del viaje de Ishtar al Mundo Inferior
en busca de su desterrado amado.
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